lunes, 17 de enero de 2011

Él trabajaba de mañanas, ella compraba aquel disco. Antes repasaba con sus dedos cada uno de los nuevos singles de la tienda, pero finalmente siempre acababa comprando lo mismo, aquel vinilo. Él la miraba de abajo arriba, aunque se detenía más abajo que arriba. Ella nunca preguntaba, sabía lo que quería, lo hacía cada semana. Él se obsesionaba con aquella canción. Uno de esos miércoles decidió que la tienda sonara a ella. Ella entraba mirando al cielo, sin prestar atención a lo que le esperaba. Él subía el volumen hasta que los paseantes girarán sus oídos hacia la tienda. Ella, de nuevo cogía aquel vinilo, se metía en la cabina y pagaba.

- No se preocupe, no es nada.
- Me gusta pagar por los servicios.
- Llevo observándola mucho tiempo y debería dejar que le hiciera este regalo.
- No acepto regalos de extraños.
- Lo siento si la he molestado, son 3, por favor.
- Quédese con el cambio. 
- No acepto regalos de clientas, perdón.

Se marchó, hasta el próximo miércoles. Él de nuevo la veía en la calle. Ella se paraba frente al escaparate, y dejaba su propio reflejo marcado en el cristal de la pequeña tienda de discos. Pasaron más miércoles, en total 5. Él no entendía porqué ya no sonaba a ella, porque ya no olía, porque ya no miraba, ni siquiera entendía porqué ya no sentía.

De repente, un jueves, sí, recuerda que era jueves. Ella había vuelto, para qué y por qué, por qué un jueves, los jueves no eran suyos, sino de la señora con abrigo de pieles y Nat King Cole. En seguida él cambio la música, pero...Error, el vinilo se lo había llevado el hombre de coleta, sí, ese alto. Así que empezó a cantar, cantó alto, muy alto, mientras sonreía a las piernas más largas del mundo.

- Disculpe, pero no tengo el disco que busca.
- ¿Como?
- Sí, el de aquel grupo francés, que usted siempre escuchaba en la cabina.
- No hay problema, escucharé otro.
- Pero es su disco.
- No, no tenía nada de especial, simplemente me gusta escuchar música en francés porque me relaja.
- Pero siempre era el mismo...
- Bueno, soy una mujer de costumbres.
- Pero yo me aprendí la letra, me sabía los ritmos, incluso me compre una guitarra para tocarla.

Y ahí se dio cuenta. Las cosas especiales, son especiales según se interpreten, según se sientan, según se vivan. Pero no tienen porqué significar lo mismo para el resto. 


1 comentario:

Sakagami dijo...

Qué placer poder leerte otra vez! No pensé que echaría tanto de menos tus píldoras literarias...